jueves, marzo 21, 2019

SALIENDO DEL ARMARIO CADA DÍA


 
Llega ese día en el que reorganizas tu mochila, te rindes a la necesidad de ser quien de verdad eres, dominas (sólo un poco) el miedo y los nervios. El miedo, porque estás seguro de que van a dejar de quererte todos los que te importan (y con algunos pasa); los nervios, porque como en el mito de la caverna platónico, más allá del armario está la luz, y no sabes bien qué puede pasar cuando te alejes de polvo, penumbra y polillas. Al principio son pasitos pequeños, con la puerta entreabierta y no muy lejos, cuidando la zona de confort. Eso es, una copa en uno de esos locales que llevas tiempo identificando con las puertas del Averno, con la vergüenza inundándote la cara; una pequeña confesión a una persona cercana, que a veces ni siquiera muestra sorpresa; un pequeño roce de manos, de rodillas, de mejillas ruborizadas, de labios temblorosos con Javi (bromeábamos entonces algunos recién llegados del armario con "el primero siempre se llama Javi", "o Juan", así que todos llevábamos en las primeras líneas de la agenda un Juan o un Javi que nos había dejado rotos); los primeros desengaños y las primeras lágrimas... Y por fin ¡ale, hop! triple salto mortal carpado con tirabuzón y batacazo seguro, ya estábamos fuera del armario, más o menos a lo grande. En mi caso, nada más y nada menos que en El Diario Montañés, con una rueda de prensa de ALEGA; en otros que conozco, sin anestesia: "Papá, Mamá, os presento a Juan" (o a Javi, claro); otros más, con gran sentido escénico y fuerte influencia del melodrama clásico, justo antes del brindis de Nochebuena y en presencia de toda la familia, "tengo que deciros algo muy importante". El salto final, en fin, y ya está.
 
¿Ya está? Ay, inocente, eso es lo que tú te creías.
 
Desde ese salto liberador, desde esa respiración profunda que de pronto te limpia por dentro y te refresca toda la vida, parte de tu trabajo cotidiano consiste, precisamente, en salir del armario de nuevo. Una vez, otra vez, venga, una más.
 
"¿Por qué los gays no sabéis más que hablar de lo vuestro?", dijo Luisa. "Que a mi no me importa tío, que somos amigos de toda la vida, joder, pero es que estás obsesionado, todo el día con el temita", dijo Javi (no el primer y obligado Javi, sino Javi). Luisa, sorprendida porque en una mesa sobre prostitución y trata de personas en la que me habían invitado a participar, me atreví a introducir el factor chaperos. Javi, porque después de muchos años de contacto perdido me encuentra en el Facebook y de vez en cuando comparto noticias sobre agresiones homófobas. Un poco el típico "Es que ya no se puede ver la televisión, no hay más que maricones" de tantos, cuando entre setecientos anuncios perfectamente heteronormativos, a Levis o a la Coca Cola se les ocurre incorporar un par de miraditas seductoras entre dos chulazos igualmente normativos pero muy muy poquito heteros.
 
Ah, que exagero. Pues exagero. Pero tantos años después, tanta visibilidad pública y privada después, me siguen preguntando por mi novia, continúan invitándome a saraos a los que puedo acudir con mi mujer, conozco a nuevos compañeros y compañeras de trabajo, nuevas amistades, nuevos nombres en un partido, en una organización, en una tertulia literaria, un sin vivir, vamos.
 
Ya casi nunca pasa nada. Porque has aprendido a alejar de tu vida a quienes te denigran y te quieren de regreso al maravilloso mundo de las polillas, porque has aprendido a hablar con naturalidad y a dominar la ironía y la broma para arremeter contra ti mismo ("Pues es que mi novio y yo", "Cuando salía con ese chico que trabaja en...", "Uy, que se me escapó la manita" o "Vaya, se me acaba de caer una pluma"). Y porque el eterno y no siempre fácil trabajo de la visibilidad ha ido sembrando y recogiendo ("Y los que no somos normales..." "Eh, que tú eres normal, eh, que no pasa nada" "Bueno, yo me refería a que me gusta la ópera del siglo XVII, no me vayas a decir que eso no es raro") se encuentra ahora casi siempre con rostros amables y sentidos atentos. Aunque todos tengamos un largo #MeToo lgtbfóbico que crece y hace daño a pesar de todo el tiempo pasado, a pesar de este 2019.
 
Ayer tocó de nuevo. Una lectura poética en Cangas de Onís, ante un público desconocido en su gran mayoría, en su gran mayoría mujeres mayores (claro, cómo no), en una localidad pequeña y de almita conservadora, según me contaron después. Y de nuevo, al contextualizar los poemas, salieron las palabras "Leo", "novio", y los adjetivos en masculino que a veces me han recriminado. Y de nuevo leo el poema Orgullo, la crónica de aquel beso a plena luz mientras una cacatúa, imagino que pronto votante de esoX, graznaba su horror con aspavientos y en voz muy alta. Ayer de nuevo, las miradas atentas, una furtiva lágrima tras algún poema de los que sé que dañan, el respeto, el aplauso y los comentarios posteriores, felicitaciones y apreciaciones sobre algún poema en concreto que había gustado especialmente, Orgullo entre ellos.
 
Seguimos saliendo del armario cada día. De una manera sosegada, dulce, segura, ahora que el tiempo también nos fue devorando y que tenemos armas para defendernos con cierta eficacia. Pero el temblor inicial, la duda, la pregunta de si no será mejor un poco de autocensura, un rodeo para ciertas cuestiones, la ambigüedad o el silencio no serán ese día una opción más atinada. Aunque la respuesta sea siempre, claro que no.
 
Porque Javi, Luisa, no estamos obsesionados. Simplemente nos negamos a callarnos de nuevo. Recuperamos el tiempo perdido, vivimos, luchamos y exigimos. Con la cabeza alta, sin tregua. Saliendo del armario cada día.
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Un Santander Posilbe by Regino Mateo is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported License.
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