miércoles, febrero 28, 2007

NOCHE DE MARZAS

Hace ya mucho tiempo, cuando era un crío, la noche del 28 de febrero se llenaba de esa magia que inunda a los niños con cada pequeña cosa. Eran las marzas.

En Reinosa, donde crecí, antes de la Autonomía, antes de que brotara la fiebre de la identidad, antes de que tantos jóvenes tomaran como tarea propia la recuperación de un pasado cultural e histórico en una región que casi había dejado que muriera, habíamos conservado algunas tradiciones. La más hermosa la de salir a pedir marzas. Y los críos esperábamos nerviosos en casa a que alguien tocara nuestro timbre por la noche, espiábamos la calle, muchas veces nevada, desde la ventana de nuestro quinto piso, rezando para que las rondas que deambulaban por la calle, con su indumentaria pastoril, sus faroles decorados en competición, sus risas pararan en nuestro portal y subieran hasta casa para preguntar ante los padres divertidos y los niños embobados el maravilloso "¿Dan marzas?".

Unas veces eran las cuadrillas de los vecinos mayores con sus amigos, otras, de cuando mi padre andaba de concejal, la de quienes pensaban que había que rendir ronda a los principales, otras, simplemente, la casualidad que llevaba a los portales de la calle principal antes que a los barrios.

Con el tiempo seríamos nosotros los que pediríamos marzas. En mi colegio, el Antares, acostumbrábamos a salir para pedir no los tradicionales huevos y chorizos (mi padre siempre bromeaba con la muchachada que esperaba unos buenos duros sacando unos embutidos) sino dinero para el viaje de fin de curso. Y como yo enredaba ya por los asuntos musicales y formaba parte del coro y la rondalla del cole, salí en varias ocasiones a marcear. Era excitante, salir de noche, vencer al frío, llamar a puertas anónimas para ver si nos dejaban cantar las coplas de marzas y los primeros sacramentos de amor. Compartir la música, la vida, la sangre, la tradición y el futuro. "Somos los chicos de Antares/ les venimos a cantar/ las tradicionales marzas/ si nos quieren escuchar".

Más tarde aprenderíamos algunas cosas sobre el significado de las marzas, sobre los ritos de paso a la edad adulta, sobre las fratrías, los quintos, los rituales y su importancia en la configuración de un imaginario colectivo, de un espíritu de pueblo, de una solidaridad que regía las viejas comunidades y te permitía formar parte emocional y real de un grupo.

Más tarde nos preguntaríamos también por qué en Santander no se cantaban, no se cantan, las marzas. Por qué salvo algún coro ronda y más recientemente algunos colegios, era imposible encontrar por calles y barrios grupos de chicos, chicas o mixtos (yo marceaba en mixto) en busca de una propina, llamando a las puertas con el "¿Cantamos, rezamos o nos vamos?". Y esa sensación de que Santander muchas veces ha ido echando niebla sobre su historia, sobre sus costumbres, sobre sus ritos de convivencia. Y que tal vez esa renuncia a las marzas en sus diferentes formas, como a las gigantillas, a las cabalgatas de Santiago, a la fiesta como espacio común, tenga algo que ver con el tan traído y llevado individualismo casi huraño de los santanderinos y santanderinas.

Un Santander abierto a la fiesta, un Santander que mira al futuro sin renunciar a las cosas hermosas de un pasado mítico a veces, tradicional otras, simplemente popular las más que nos arraigan y nos enamoran de nuestra tierra, de nuestro cielo, de nuestra gente, de nuestro tiempo. Un Santander lleno de redes de comunión, de comunicación, de convivencia. Un Santander vivo, exigente, lleno de asociaciones, iniciativas, colectivos, ciudadanos y ciudadanas libres, exigentes que no dejan su futuro en manos de otros y trabajan y sonríen mirando siempre hacia el horizonte abierto. Un Santander con raíces firmes que permitan a nuestras ramas agitarse al viento, a nuestra savia empujar hacia arriba, a nuestras flores volar hacia el país de los sueños. El Santander que queremos, como siempre el Santander posible.

sábado, febrero 24, 2007

MIRÉ LOS MUROS DE LA PATRIA MÍA ...


Nuestro Santander nunca será patrimonio de la humanidad, qué le vamos a hacer.


Con esa endémica languidez, solemos achacar la pérdida de nuestro patrimonio arquitectónico a la fatalidad: incendios, pestes, explosiones ... Y parte de verdad hay en el recuerdo a acontecimientos que desfiguraron gran parte de nuestro rostro histórico. Pero la parte del león de la responsabilidad es de una gestión de la ciudad más empeñada desde hace ya muchísimos años en la destrucción sistemática de calles y edificios emblemáticos que de salvar para el tiempo el entramado urbanístico que hubiera podido acercar el casco histórico de Santander a la belleza bruja de tantas y tantas ciudades repartidas por la vieja Europa.


De las pocas cosas que nos han quedado de los fastos del 250 Aniversario de la concesión a Santander del título de ciudad, la maqueta del Santander del XVIII, expuesta en el Palacio de Exposiciones (gracias a José Luis Casado Soto y demás responsables de la recreación) nos hace soñar con lo que pudo ser un pequeño Dubrovnik: Murallas limitando el mar, castillo, atarazanas, ría, puentes, calles nobles con palacios de piedra, conventos intra y extra muros ...

La cosa es que cada vez nos quedan menos. Parece mentira pero muchos años ya desde la constitución de los ayuntamientos democráticos tras la muerte de Patxi no sólo hemos visto caer víctimas unas veces de la desidia municipal (y recordemos que siempre ha estado la ciudad gobernada por el PP y etiquetas asimilables), víctimas otras de la especulación urbanistica (que viene a ser parte del paréntesis anterior pero incorporando mala fe y quién sabe qué oscuros intereses crematísticos) edificios y calles. De ese Sardinero que a nuestra derecha le gusta tanto y que pudo haber sido casi un Estoril, con los paseos de Pérez Galdós y Menéndez Pelayo llenos de quintas de recreo, y el propio Sardinero plagado de hotelitos con encanto, palacetes y evocaciones de los felices 20, poco es lo que queda. Y ya insuficiente como para configurar un conjunto histórico artístico de verdadero interés. Casas pintorescas, típicas o características han sido deformadas hasta hacerse irreconocibles por toda la ciudad, se han puesto miradores de PVC en el Paseo de Pereda (conjunto histórico artístico, no lo olvidemos) cuando no han sido derribadas para imponer horribles bloques. Y las joyas de la corona siguen desatendidas y así continúan: en ruinas y en una degradación que va a más.


Todavía no han saltado a los photoshops electoralistas al uso la Cámara de la Propiedad Urbana (pequeña monada del estilo historicista del XIX) o los fuertes de la Marcua, pero parece que se empieza a hablar de la rehabilitación del Palacio de los Riva-Herrera o de Pronillo. Se empieza de nuevo, porque desde que alcanza mi recuerdo, nuestra derecha ha prometido su rehabilitación y recuperación para la ciudad. Puede ser interesante recordar que muchos de nuestros actuales gobernantes son los mismos que permitieron que se construyera en los terrenos de Riva-Herrera una urbanización de chalets adosados, desfigurando para siempre el conjunto y limitando enormemente sus posibilidades. Hay que recordar que, conforme a lo que afirmó en unas jornadas del Foro de Becedo el actual Director General de Cultura, en más de una ocasión la casona santanderina ha devuelto las partidas asignadas para la recuperación del conjunto de Pronillo y otras no ha devuelto los dineros pero no los ha invertido en la restauración del que sin duda es nuestro más alto ejemplo de arquitectura civil.


Pero ahora nos dicen de nuevo los que dejan que se caiga (tal vez querían jugar al Exin Castillos o al Lego, como ocurrió con el Mercado del Este) que ahora quieren hacer un Centro de Referencia de las Artes, cualquiera cosa que sea esta. Hombre, yo pensaba que el Museo de Bellas Artes de Santander, más el Museo de Cantabria, más el espacio expositivo del Mercado del Este etc podrían cumplir esa función de referencia artística, si se les tuviera un poco menos abandonados, pero en fin. Lo que me preocupa, sobre todo, es que como ya es costumbre en Santander, antes de definir qué se quiere hacer en Pronillo, para qué uso ciudadano va a servir Pronillo, y en consecuencia qué directrices y necesidades deben marcar el proyecto de restauración. Abriendo, por supuesto, consultas a los colectivos culturales y cívicos, vecinos, expertos y tomando decisiones previas. Si no, y como también es costumbre, el edificio será luego inútil o defectuoso para los usos deseados a posteriori y acabará de almacén o sede de oficinas (y si no, recuerden Villa Florida).


Y es tanto, tanto y tan bueno lo que se puede hacer en esas viejas ruinas ...

viernes, febrero 23, 2007

UNAS VIEJAS COPLILLAS PARA CELEBRAR (CON RETRASO) EL CARNAVAL

Dos hermanas de avanzada edad y humor implacable me hacen llegar hace unos días estas coplillas que pulularon por Santander hace ya unos cuantos años, cuando las huestes de la moral se sublevaron contra las dos esculturas que adornan (bueno, o algo así, que son malas de narices) la fachada principal de Caja Cantabria en la Plaza Porticada, esa que nos han llenado ahora de cemento, bancos negros como mi suerte y un nuevo destino para don Pedro Velarde. El cañón apunta a Hacienda, en lugar de a Francia, pero eso puede tener su sentido. Lo que no lo tiene tanto es su emplazamiendo, bloqueando visión y acceso principal a la plaza, por un lado, y que la inscripción que nos recuerda nombre y causa heróica del esculpido no estén en la parte frontal del pedestal, sino bajo el lugar donde la espalda del héroe pierde su casto nombre. Así que los paseantes foráneos pensarán que algo ocurrió en Santander en 1880 (con el patrocinio del turrón más caro del mundo), mientras que las dos figuras desnudas aprenderán desde su balcón algunas informaciones sobre la Guerra de la Independencia.

En fin, que las huestes morales consideraron no moral que hubiera dos estatuas desnudas en este nuestro Santander y la emprendieron con esos modos que les gustan, los de Santa Cruzada, bajo la dirección de una buena mujer que pasó a la historia (ejem) con su nombre de casada, la Señora del Doctor Mozota.

De las crónicas familiares, recuerdo siempre con cariño y sonrisa la que contaba una tía de mi padre, mujer viajera de aficiones artísticas, que fue alumna de pintura de Gerardo de Alvear y Flavio San Román, y que a pesar de ser católica a la vieja usanza, soltera y multicongregante, decidió no firmar el panfleto contra las esculturas cuando una de sus amigas, inmersa en la Cruzada, le presentó el papel. La respuesta de Tía Gloria fue "Cochina, más que cochina. Claro que no firmo. Esas estatuas son arte y en el arte no hay nada sucio, así que si a ti te parecen indecentes es porque tienes llena de suciedad la cabeza, marrana. Tú has estado conmigo en el Vaticano y más tetas y culos que allí no se ven en ninguna parte. Así que ya sabes: eres una marrana".

Homérico, que dirían en El hombre tranquilo.

Bueno, que basta de dilación. Aquí copio a mis lectores las coplas jocosas que mencionaba al principio:

"Van a quitar las estatuas,
porque ha dicho don Fabián
que más que estatuas son fatuas,
que enseñan y que no dan.
Mas algo en el aire flota
y la gente está que bota
preguntando con afán:
¿Y con qué reemplazarán
a esa enorme chavalota
y a ese robusto barbián?
Esto es lo que van a hacer
entre chufla y chirigota:
van a poner en pelota
a la mujer de Mozota
y al cojo de Movellán".

Y hay otras dos, más breves pero igualmente agudas ...

"Después de tanto trabajo
y después de tanta lucha
ni a él se le ve el badajo
ni a ella se le ve la hucha".

"¡Qué pena nacer desnudos
y vivir siempre en pelota
pudiendo nacer vestidos
como nacen los Mozota!"

Intentaré subir esta tarde una foto (malucha) de las ínclitas estatuas, pero de momento ahí va una entrada nueva, que ya me estaban riñendo los fans. Por cierto, tal vez sería bueno hablar del futuro, como siempre: ¿Qué opináis de esas actitudes de las huestes morales, nuevamente al ataque, que pretenden obligarnos a todos a comulgar con sus fueros? Y otra pregunta, ya que hablábamos de estatuas ¿Cuándo la adquisición de obras para el embellecimiento de la ciudad, estatuas sobre todo, va a dejar en Santander de oler a caspa, a oportunismo o simplemente a mal gusto?¿alguien se ha dado cuenta de que también en el arte estamos en el S.XXI?
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Un Santander Posilbe by Regino Mateo is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported License.
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