miércoles, agosto 19, 2020

MARINA PARDO. LA EXQUISITA MADUREZ DE UNA MEZZO SOPRANO



En estos tiempos extraños, en los que hasta los placeres más básicos y asentados de nuestras vidas (ay, la música) se han convertido en un deporte de riesgo, en una ocasión excepcional, me siento feliz por haber asistido la pasada noche al recital de la mezzo soprano cántabra Marina Pardo, con su fiel compañero de andanzas musicales, Kennedy Moretti, al piano, en el un Festival Internacional de Santander tan extraño como los propios tiempos.

Beethoven tenía la culpa. El recital de Marina presentaba como delicatesen central su lectura del ciclo de lieder "An die ferne Geliebte" (A la amada lejana) del genio de Bonn, en la celebración de su 250 aniversario. Acompañaban al ciclo un pequeño ramillete de canciones de concierto del propio Beethoven y varias de aquellos otros nombres que triunfaban en Viena cuando El Divino Ludwig Van llegó a la capital musical del mundo en plena ebullición del Clasicismo. Haydn, Mozart y Salieri, destacando, del primero, esa preciosa escena / cantata que es "Ariadna en Naxos".

No me he venido al blog para hacer una crítica del recital. Aunque sí podría señalar la técnica controlada y exacta con la que Marina Pardo dominó su línea de canto en todo momento, la riqueza de sus matices (esos pianísimos que te dejaban sin aliento) y de su paleta dinámica, la elegancia clásica y sin estridencias de su lectura musical, la perfecta simbiosis con ese Kennedy Moretti que tantos años lleva haciendo música junto a ella, la adecuación a los diferentes estilos y situaciones planteados en las canciones del programa (porque ni el Haydn tan Sturm und Drang del Haydn era gemelo de la delicadeza rococó del Mozart de Mientras Luisa estaba quemando una carta de su infiel amante o del académico y ajustado Salieri, ni el Beethoven de A la amada lejana está ya en el marco del Clasicismo cuando compone el ciclo). Qué bien todo, qué bonito y agradable, qué disfrute.

Porque en realidad me apetecía más hablar de esa Marina a la que he aprendido a admirar, a querer y a disfrutar a lo largo ya de unos cuantos años. Asistir a un recital de Marina Pardo es tratar de adivinar qué habrá ocurrido con su pelo (la he visto cantar con la cabeza afeitada, con un rubio desmelenado en cardados imposibles, con un rosa intenso o un negro como mi suerte), qué prenda lucirá para dar todavía más empaque a su indudable dominio del escenario (la tela absolutamente maravillosa de la falda que lució ayer casi me hace olvidar ese chal espectacular pintado a mano con cuerpos y aves nocturnas que encargó para el schubertiano Viaje de invierno que le pedí -parece que hace un siglo- para el Palacio de Festivales, tan abrigado por las cajas de luz de Fernando Bermejo y su Bosque de la Paz). Esa mezzo soprano a la que escuchamos por primera vez haciendo repertorio sacro del XVIII, como solista en Concentus Musicus Santander, y que ha ido creciendo artísticamente hasta enfrentarse a complejos roles de ópera contemporánea o wagneriana, a la intimidad del recital, a la exactitud tan emocional del Barroco, pasando de un estilo a otro como si fuera fácil despojarse de Wellgunde para llegar a Ariadne.

Desde mi butaca, no puedo evitar sonreír y comentar a mi acompañante cómo la Pardo se come el escenario, se afianza en el centro con un poderío escénico que hipnotiza y atrae, provoca ese instante de silencio que romperá Moretti y que pronto habrá de vestir ella con las notas que le brotan justo al lado del corazón.

Desde mi butaca, tengo que aplaudir cuando rompe la sobriedad litúrgica del recital para recordar, puro esquema, dos cosas. Que los tiempos son raros y complejos y que los músicos necesitan tener al público delante, por un lado. Que el concierto tiene lugar en la misma fecha del calendario en la que Federico García Lorca fue vilmente asesinado en su Granada. Porque la memoria y el compromiso casan de maravilla con la belleza. Y en algún momento del pasado, Marina Pardo fue, en otro Festival Internacional de Santander una espléndida Magdalena en la ópera que sobre La casa de Bernarda Alba compuso Miguel Ortega.

Qué bien volver a escucharte, Marina; qué bueno poder agradecerte tanta música, Brava.

NOTA: Para qué vamos a decir que, puesto que Marina Pardo es una de las artistas más sólidas que ha dado Cantabria, una de las carreras más largas y relevantes, ni el presidente de Cantabria ni el consejero de Cultura encontraron tiempo para hacerse presentes, ¿verdad?

Y eso que esta vez, al menos, el palco no estaba vacío del todo y sí acudió la Concejala de Cultura del Ayuntamiento de Santander.

martes, agosto 11, 2020

MRS. AMÉRICA, UNA MIRADA AL FEMINISMO DE LOS 70 QUE NOS ABRE LOS OJOS HOY




La serie de HBO "Mrs. América" supone una interesante mirada histórica hacia los años 70 y primeros 80, hacia la llamada Segunda Oleada Feminista , y más en concreto a la lucha de un movimiento como tal y de muchas mujeres desde sus posiciones y experiencias personales para conseguir incorporar al texto de la Constitución de los Estados Unidos la ERA , una enmienda añadida al texto de los padres fundadores que debería consagrar (todavía no se ha conseguido su inclusión) de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.

Producida y protagonizada por Cate Blanchett, en el centro de un reparto protagonizado por magníficas actrices, habituales de nuestras series más queridas, me interesa mucho todo lo que se puede aprender en "Mrs. America" no sólo por la gran calidad visual de la producción, por los guiones impecables y las ajustadas interpretaciones, no sólo por el viaje a los 70 a través de los ojos de una docena de mujeres a favor y en contra de la Enmienda, no sólo por el retrato de las actitudes, fricciones, prioridades, egos, compromisos y logros del Movimiento Feminista entonces, sino también y quizás sobre todo por lo que me ayuda a leer algunas cuestiones actuales.

Por ejemplo, en los discursos populistas de derecha es hoy lugar común y ya perfectamente integrado entre sus seguidores la idea de que el feminismo es una especie de engendro izquierdista con el que resulta imposible tejer diálogo o colaboración alguna desde otros postulados. El personaje de Jill Ruckelshaus, republicana, activista pro ERA y asesora de la administración Ford, nos muestra no sólo que en un determinado momento histórico la presencia de mujeres conservadoras en el movimiento feminista y su capacidad para influir en los gobiernos republicanos no era una quimera. Es la aparición de la derecha ultra religiosa la que se alía para facilitar el camino de Reagan, tomar posiciones y bombardear las opciones de ese feminismo integrado en el bando republicano en su lucha feroz contra la aprobación de la ERA con argumentos ridículos que sin embargo calan en cierto sector de las mujeres norteamericanas, y a los que suma su profundo, cómo no, anticomunismo, su oposición a los avances de las personas lgtb y sus posiciones pro vida (¿de qué me sonará a mí todo esto). Es la derecha más a la derecha la que expulsa la lucha por la igualdad de derechos de sus filas, y puede que no sea mala idea recordarlo de vez en cuando.

Por ejemplo, queda bastante clara la fractura que dentro del feminismo norteamericano de la época suponen los derechos gays, y la centralidad de si las lesbianas son o no sujetos de la liberación de la mujer, ya que sus objetivos, reivindicaciones y agendas no son exactamente las mismas. Con la que tenemos liada estos meses con las posiciones transexcluyentes, y alguno de los mantras que manejan algunas de sus principales defensoras sobre lo cerquísima que siempre han estado ellas del movimiento gay y sus avances, y qué decepcionadas están con la deriva trans, tampoco está de más recordar que siempre las agendas lgtb han sido laterales, muy secundarias y prescindibles más allá de lo meramente teórico (incluso en lo teórico), y que al feminismo TERF le precedió un feminismo LERF muy muy marcado.

Por ejemplo, que los movimientos sociales tienden a ser diversos, variopintos, a integrar muchas miradas y percepciones, muchas de las cuáles se quedan sin resolver. No sólo abre los melones del feminismo conservador y de su exclusión de la estrategia republicana o de la presencia de las lesbianas en el movimiento. También por ejemplo aparecen otras intersecciones, como la del feminismo negro o el feminismo de clase frente a las posiciones blancas y burguesas mayoritarias. Y que esta diversidad que puede ser polémica y generar fracturas, pero que también aporta riqueza, suele acabar momificada en posiciones pactistas, prudentes, posibles en cuando se toca el entramado institucional o la política de partido, otra lección más que se nos hace transparente en "Mrs. America".

Merece la pena dejarse llevar por la historia de estas mujeres haciendo historia. Entretenida e impecable si se busca sólo televisión sin más, educativa siempre, provocadora en muchas de sus tramas y en la narración de una parte de lo que esa segunda oleada supuso para el feminismo en Estados Unidos y, desde allí, para el feminismo global.

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