

¡Mira que está guapa y galana la jatona de la foto, lista para los cercanos Campanos de Abiada! Si me preguntan hace un par de días, les hubiera jurado por el Niño Jesús de Praga que con ese donaire y ese porte, la rumianta en cuestión es vaca tudanca de las de pro. Pero desde las últimas declaraciones de nuestro nunca bien ponderado presidente, que desde que descubrió su vocación de tertuliano friki y opinante infinito no descansa, empiezo a pensar que se trata de una frisona mal peinada.
Nada amigo soy de esencialismos identitarios, nacionalismos, regionalismos y horizontes cerrados de varia sazón. Pero sí creo ser una persona con los ojos y el corazón abiertos hacia cuanto me rodea, creo ser cántabro (un día de estos castigaré a mis sufridos lectores explicándoles qué entiendo por "ser cántabro"), tanto como el que más. Por haber nacido en este bello rincón del mundo, haber vivido desde siempre entre sus gentes y haber aprendido de ellas paisajes, tradiciones, culturas, músicas, sonrisas, sabores. Vida.
Y por eso pensaba que ya eran historia esos tiempos en los que un maestro venía desde cualquier parte de la piel de toro a dar coscorrones a los chavales que en la escuela de Espinilla, la de Santibáñez, la de Tama o la de Bielva osaban proferir un vocablo que el recién llegado no entendía y de inmediato calificaba de barbarismo y se obcecaba en erradicar. Se podía pronunciar el castellano "a la andaluza" (algo que tal vez hiciera el propio enseñante), pero si aspirabas la hache, ibas listo.
Pero hete aquí que dice nuestro infinito Presidente, ese que no va a los conciertos porque se duerme, salvo que los patrocine ASCAN, que lo que algunos llaman "idioma cántabro" no es más que "español mal hablado" (sic), zanjando puro en ristre cualquier discusión más o menos insensata que pudiera entablarse al respecto. Y es que todos sabemos que las asignaturas de Dialectología o Lingüística General entre otras forman parte del currículo de Revilla y demás licenciados en Económicas que en el mundo han sido.
No voy a entrar ahora en qué haya exactamente baj0 la denominación de "cántabro" (en este caso me gusta más montañés). Sé que no comparto las posiciones radicales de quienes pretenden hacerlo lengua oficial y de enseñanza obligatoria. Ni siquiera creo que llegue a ostentar rasgo de lengua. Pero creo que despreciar el habla popular de nuestros mayores y de muchos contemporáneos habla de la ignorancia no de quien dice "jachu"sino de quien lo califica de "mal español". Habría que recomendar a Revilla la lectura de García Lomas y sus estudios sensatos y documentados sobre el habla montañesa y sus rasgos característicos. O los estudios sobre los dialectos del castellano viejo publicados por Emilio Alarcos. Habría que explicarle la belleza de esas construcciones, de esos sonidos, de esos vocablos que han dado respuesta en nuestros pueblos a la necesidad esencial del ser humano, la de comunicarse, la de dar nombre a la realidad que lo envuelve. Pero no sé si lo entendería, perdido en su cantabricidad folklórica de pañuelo rojo y palo pintu.
Decía en su "Introducción a la Lingüística" George Yule que las variedades dialectales suponen simplemente diferentes formas de realizar las estructuras de un idioma. No mejores ni peores, diferentes. Algunos, que temen a la diferencia porque viven de uniformizar y otorgar diplomas de buen español y buen cántabro, seguirán diciendo que en México o Argentina se habla mal español (por Tutatis que lo hablan bello y sorprendente). Esos mismos, irán de pueblos como si fueran de safari, escucharán hablar a mujerucas que podrían haber sido Gaspara Saro o Braulia Bear, cayonesa la primera, campurriana de arriban la segunda, tatarabuelas mías ambas, y decir que su lengua ancestral es un español mal hablado. Y se sentirán superiores y listísimos y se pensarán hombres de mundo. Y regresarán a sus casas hinchados de ese tipo de felicidad que sólo llegan a poseer los estúpidos y los ignorantes.
Hace un par de años, hubo la oportunidad en el Parlamento de Cantabria de declarar Bien de Interés Cultural el cántabro o montañés. Abrir la puerta para que se estudiara y se preservaran sus peculiaridades de la homogénea lengua que impone la televisión (esa que ya no sabe usar correctamente el subjuntivo pero que a Revilla Infinito no parece preocuparle). Hubiera sido una decisión, creo, sensata y equilibrada. Pero la propuesta perdió por Tres a Cero.
Y es que mucha Cantabria, mucha Cantabria, pero este Revilla a veces, de calleju'n camberu y en el trampiscau, no nos jaz labor.