lunes, marzo 01, 2010

SONRISAS DE SANTANDER


En muchas conversaciones con amigos he defendido que algunas veces Santander cae víctima de la leyenda negra que ella misma se ha creado, la de la ciudad snob, estirada y con un punto antipático que la cierra ante propios y extraños. Y es que son tantos los lances que uno escucha sobre probos consumidores y dependientes bordes que acaba dando un yuyu marejada a fuerte marejada traspasar el umbral de cualquier comercio.

No sólo en esos arrebatos consumistas relacionados con las decepciones amorosas, también en el día a día, me gusta comprar por el centro de Santander. Un centro un tanto desplazado hacia el área que limita por el sur con la Bahía, el norte con General Dávila-Jado, el este con Puertochico y el Oeste con el Ayuntamiento. Un centro en el que cada día recibo sonrisas, palabras amables y una cordialidad que poco tiene que ver con el enfurruñamiento sempiterno que se atribuye a mi ciudad, a la ciudad de mi familia, a la ciudad en la que a pesar de algunas crisis un día decidí vivir.

Sí, claro. He tenido experiencias desagradables en determinados comercios de Santander. Y de Madrid. Y de Chemnitz. Y de Sevilla. Y de Nimes. De hecho, he sido testigo presencial de un episodio que recordaba a la pobre Julia Roberts en Pretty Woman antes de su transformación en la Barbie Escort. Pero me resisto a creer que todos o casi todos mis amigos y conocidos tengan un punto masoquista que les impele a comprar en tiendas donde alguna perversa gorgona, algún malvado aprendiz de Sauron aguarda apostado tras el mostrador para gritar, escupir, humillar o menospreciar a los sufridos clientes. Vamos, que si en X o en Y me pusieron una mala cara, cambié de tienda y tan campante. Como aquella vez en la que falto que me apostillaran de imbécil por intentar que me pidieran un CD con una determinada versión de la Séptima Sinfonía de Beethoven, que según la pareja gobernante del mostrador no existía (al fin y al cabo, estaba grabada en EMI, un sello realmente difícil de localizar, y dirigida por alguien tan extravagante como Celibidache). Pero a un par de manzanas me hicieron el pedido y me tardó eso de dos días.

Corto, pues, mi relación con los comercios donde no se me quiere, pero permanezco bastante fiel a tantos otros donde la profesionalidad y las sonrisas forman parte de mi experiencia. Y no me parece justo ese prejuicio de la antipatía oficial del comercio santanderino si pienso en las cajeras del Lupa de Hernán Cortés, en los comerciantes del Mercado de Puertochico, en las peluqueras de Eduardo y Pilar Pescador (que deberían deprimirse al verme entrar con este flequillo de melenudo yeyé), en la panadería de Torre o la pequeña frutería pegada al Trovador, los equipos de Gil o Estudio, los de Matra, Gables, Vega o Rebolledo. Por citar sólo unos pocos ejemplos.

Hoy hemos tenido un espléndido día en Santander, lleno de luz, con un sol primaveral que nos ayudaba a desentumecernos del ya crepuscular invierno. Un día en el que hemos cosechado sonrisas y sonrisas, palabras educadas, experiencias constantes de que esta ciudad posible también es luminosa por su gente. Gracias por esas colecciones de instantes en las que hacéis mi vida más agradable.

7 comentarios:

Frantic St Anger dijo...

Gente maja y gente borde la hay en todas partes y en todos los gremios.

Como bien dices, yo también elijo los establecimientos no sólo por la calidad de los productos o servicios ofertados sino por el trato que dan al público y, desde luego, si en un sitio me atienden mal, no vuelvo.

Tampoco es tan difícil, ¿verdad?

Diana. dijo...

No hay nada como el comercio de barrio. Pero sobre todo, sobre todo cuando resulta que el dependiente es también el propietario.
El otro día me llevé un pequeño disgusto cuando ví que una de mis tienducas habituales estaba siendo desmantelada...
UN saludo

BRUNO6 dijo...

De acuerdo con lo escrito,hay de todo en lo tocante a la educación,pero(y aquí viene el"pero")el "mamoneo comercial santanderino" es único en su especie. Cada uno cuenta la feria como le va en ella,y cuando un"dependiente"(¿de quién depende?)santanderino(y de las JONS,como suelo decir)se pone a mirarte por"encima del manillar"como decía una vieja amiga leonesa...Ay!. Tenemos(tienen)justa fama.

Rukaegos dijo...

Bruno, ahí es justo donde no estoy de acuerdo. Claro que hay impresentables, pero en la mayor parte de los lugares te encuentras con personas profesionales y amables, al menos esa es mi experiencia.
De todas maneras, jaja, y como bien apuntaba Frantic, tengo claro que donde me hayan mirado "por encima del manillar" no me volvieron a ver salvo en caso de emergencia humanitaria :)

BRUNO6 dijo...

No lo he puesto en duda,Regino,pero te aseguro que álgo especial deben tener cuando son(somos)al menos"interautonómicamente"-y perdón por el palabro-reconocidos. Como odiador de grandes superficies que soy tengo mis comercios de confianza:¿calzado?,aquí;¿menage de hogar?,allí...donde recibo un trato exquisito;pero donde no ha sido así...inolvidable. Por supuesto,única visita y"publicidad"gratis. Saludos.

Escorts Santander dijo...

La foto con el arco iris muy lograda. Da ganas de ir alla y olvidarse del estrés.

Besos

Escorts Santander dijo...

Muy guapa la foto con el arco iris.

besos

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