
No sé muy por qué en un determinado momento y dentro de los nuevos imaginarios míticos comenzó a tomar forma en mis cuadernos de trabajo la idea de asociar el amor con el canibalismo, la inevitable referencia comulgatoria, y plantear la figura de Hannibal Lecter como evocación del amante total. ¿Cómo descubrió Hannibal su pasión, un mordisco accidental durante un beso más apasionado que de costumbre?
Aquí tenéis el poema que resultó como aportación de mi blog al día de los enamorados: Cuidado, que muerdo.
NACIMIENTO DE HANNIBAL
Fue la primera vez: mordí tus labios
con mucha más pasión, se abrió esa grieta
que me otorgó tu sangre a borbotones.
Me pregunto si fue tan rojo el zumo
de la manzana dulce y primitiva
que dio la desnudez a nuestros padres
(Fue el rito semejante: abrió el deseo
con avidez las bocas, se clavaron
los dientes asesinos en la carne
delicada.
Y así los ojos vieron).
Me pregunto si entonces yo sabía
que comulgar un cuerpo es aprenderlo,
desvelar sus secretos más oscuros
al redimir su alma:
¿Qué más alto
testimonio de amor pude ofrecerte?
2 comentarios:
Has conseguido que me guste ser caníbal.
Voy a tirar un mordisquito por aquí.
Tengo que esperar que los niños se duerman.Cachis.
Aunque con un poco de retraso, buen provecho Ágata :)
Publicar un comentario