jueves, septiembre 03, 2015

REFUGIADOS



Alguien llama a tu puerta.

De manera apenas consciente te quitas las zapatillas para no hacer ruido al caminar, apagas la luz no vaya a ser que te delate al filtrase por las rendijas, bajas el volumen del televisor hasta ese límite en el que te permite escuchar tu telerrealidad favorita pero imposible de percibir fuera de la salita. Con cuidado te acomodas en tu sillón preferido y esperas. Un par de minutos y, de nuevo, el timbre. Tienes la sensación de escuchar una queja, un gemido, un llanto apagado, te levantas con calma y te acercas de puntillas por el pasillo hasta el recibidor. Pero nada, falsa alarma, o a lo mejor el gato de la vecina o algún crío en la calle, nada importante.

Han llamado por tercera vez, el toque ha sido un poco más nervioso, más apremiante. Tanto que te da un poco de miedo y te aproximas a la mirilla, solo para comprobar que no hay peligro, que no es necesario llamar a la policía.  Miras y al otro lado nada más que ojos, ojos que miran hacia la puerta cansados, aterrorizados. Resignados. Un nuevo golpe, que suena a decepción, a hartazgo, un golpe agotado. Regresas a tu sillón y a tu programa.

En la televisión la telerrealidad da paso a otra telerrealidad: familias que escapan de la guerra, de la tortura, de la muerte, familias que han visto quién sabe qué horrores o que han preferido no esperar a verlos, ríos de personas que llaman a todas las puertas aunque saben que serán mayoría las que nunca abrirán. Vas hasta la cocina y regresas con un bocata de jamón y una cerveza, no sabes bien por qué pero estas historias siempre te han dado hambre. Entre mordisco y mordisco te compadeces de la triste caravana y tu cabeza se pone cavilar. ¿Por qué tienen que enseñarnos estas imágenes de tan mal gusto a la hora de la cena? ¿por qué no se quedan en sus países? ¿por qué me molestan a mí y no llaman mejor a la puerta del vecino?

Se te hace tarde, recoges el plato y la lata, apagas el televisor y te vas a la cama. Hoy también dormirás a pierna suelta, tranquilo, escandalosamente tranquilo.

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Un Santander Posilbe by Regino Mateo is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported License.
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