jueves, febrero 14, 2013

GINEBRA DULCE



Esta foto recuerda la primera vez que vi a Gin, que entonces respondía por Lona. Una cachorrona de setter inglés, línea Llewellyn, manto lemon belton y cara de espabiladota que había sido abandonada por alguno de esos seres infames que juegan a creer que los perros son juguetes rotos que puedes arrojar a la basura. Tenía entonces unos ocho meses y hasta que fue rescatada por SOS SETTER su destino era la muerte en la perrera, tras haber salido volando de un coche. Estuvo a punto de salir adoptada para Barcelona pero al final se frustró el viaje y bueno, fue precisamente un 14 de febrero cuando se vino a casa.

Hubo un punto de locura en su adopción, ¡dos perras en un piso, y no precisamente chihuahuas! pero andaba yo especialmente sensible por aquellos meses y sabía que acabaría por aparecer un setter que me dejara herido con esa mirada entre dulce y triste que tan bien dominan. Al fin y al cabo setter había sido mi primera perra, Lola, una irlandesa locuela y cariñosa de la que todavía hay quien se acuerda.

Dos años ya, dos años en los que Gin ha ido conquistando su espacio. No fue fácil el principio, supongo que la mansedumbre impenitente de Glenda me había hecho olvidar la energía que puede caber en un cuerpo tan pequeño, y recuerdo hoy que estuve a punto de tirar la toalla, de llamar a Sonia y decirle que había fracasado y que no podía controlar a la que pronto Glenda bautizó en su blog como "la sobrina hooligan" o "la poligonera". Pero resistimos entre destrozos y carreras enloquecidas hasta este hoy en el que parece mentira siquiera haber pensado en la rendición.

Vivaracha, despierta, guapa. Gin permanece todo el día atenta, dispuesta a disparar su aceleración de cero a cien ante la posibilidad de volver loca a la gata Tiberio o de dar un paseo. O dormitando feliz y confiada, segura de que el mal sueño del abandono y la perrera no va a repetirse. Sí, hay algo mágico en la imagen apacible de un perro durmiendo, confiado, en su respiración lenta, en los movimientos nerviosos y repentinos que les provocan sus sueños. Rebelde, sociable, descontrolada. Tanta sangre cazadora que no puede moderar sus impulsos y resulta obligado llevarla atada, a pesar de que en las ocasiones en las que encontramos un espacio seguro resulta todo un espectáculo ver cómo corre, casi vuela, sin perderte de vista, observándote de reojo, buscando palomas y gatos a los que apuntar con el hocico transformándose en repentina estatua de sal.

Dulce. Una perra de contacto, como suelo definir a los setters, necesitada de la caricia, del roce, necesitada de esa cercanía amorosa y emocionante que alimenta su paz y fortalece sus lazos.

Sí, ella, que llegó a una casa en la que la presencia de Glenda y la ausencia de Leo ocupaban demasiado corazón y que fue rompiendo, literalmente, reservas y barreras para hacerse imprescindible y acabar debutando con un blog, como ella, rompedor y divertido, un spin off del que creara Glenda.

Sí, ella, Lady Ginebra de Camelot Beefeater-Windsor Von Saxe-Coburg Fukushima. Gin. Hoy como hace dos años bienvenida al corazón, a la casa, a la vida.

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