lunes, septiembre 10, 2012

EL FESTIVAL INTERNACIONAL DE SANTANDER MIRA HACIA EL FUTURO (2)


Y después de un par de días, continuamos apuntando algunas ideas en torno a lo que según mi opinión debería ser la historia hacia el futuro del Festival Internacional de Santander.


6. ESTABILIDAD PRESUPUESTARIA. He defendido aquí y en otros foros que una costumbre pendiente a favor la transparencia de la gestión pública debería ser la realización de auditorías independientes, que permitieran conocer el estado de la gestión antes de que una nueva etapa diera comienzo (de hecho, en otros casos, antes de que se realizaran nuevas elecciones). Pienso que además en instituciones que no consisten en cuadrar cuentas, sino que se definen además por otros rasgos, esa auditoría debería investigar comparativas de precios, sobrecostes, etc. Pero como ya dejé de creer en los Reyes Magos no creo que nunca se nos vayan a aclarar las presuntas oscuridades que corren desde hace tanto tiempo de boca en boca, incluso a muchos kilómetros de Santander.

En todo caso, existe una deuda pendiente considerable, que no debería obstaculizar la labor de los nuevos responsables del FIS. Cierto que habrá que darla respuesta, cierto que estamos en un momento de crisis especialmente delicado, pero cierto también que si de verdad queremos que el Festival encuentre un espacio propio y una revitalización las estrategias de cierre contable no deberían ser un obstáculo para una nueva frescura. De la misma manera, opino que debería buscarse el modo de que el Festival tuviera una dotación estable asegurada, aunque fuera sobre mínimos, que le permitiera tomar decisiones y dar forma a proyectos con antelación adaptada a las agendas de las primeras figuras.


7. SIGLO XXI. Frente al estatismo absurdo de quienes consideran que no es posible transformar una sola coma de las herencias culturales, todo tiempo, todo gran artista, ha sido capaz de integrar la historia y los mitos que le precedieron y de darles nuevo sentido, adaptado a un tiempo diferente y una mentalidad diferente.

Con algunas brillantes excepciones (Penderecki, Kantor o Bèjart , por poner un ejemplo de cada una de las artes en las que el Festival ha venido interviniendo) la mayor parte de la contemporaneidad más interesante y consolidada ha vivido ajena al gran evento veraniego. Así, en música nada o prácticamente nada hemos sabido en los programas de Gubaidulina, Pärt. Corigiliano, Menotti, Taverner, Gorecki o Glass. Y hemos sabido demasiado de Tomás Marco. Pero, curioso, incluso hacia el pasado el Festival ha permanecido opaco, ignorante de nuevas corrientes y prácticas interpretativas, ignorante del redescubrimiento de grandes compositores que en realidad eran prácticamente desconocidos (¡qué diferencia la valoración actual de Händel o Vivaldi tras descubrirse y reivindicarse tanta obra dormida en archivos!).

Generar interés, abrir el espacio, es también proponer, provocar, reinventar y llenar de fuego los escenarios. Porque en el arte buscamos también el espejo que nos estremezca y nos ensalce o nos rompa, buscamos en este tiempo convulso e inseguro nuestra propia insignificancia. No solo la exaltación arqueológica de las glorias y caídas pasadas. Y esto significa necesariamente compartir la mirada de nuestros grandes creadores y la reinvención de los clásicos.


8. PROGRAMACIÓN PROACTIVA. Desde hace mucho tiempo hay una impresión generalizada de que son los agentes, unos pocos agentes, y las giras internacionales las que marcan la práctica totalidad de los programas.

La existencia de una dirección nueva, esperemos que articulada ante un proyecto de crecimiento y no como una mera proyección personal, tendría que dirigir. Esto es, tendría que tener claro cuál es el mensaje, cuál es la intención de cada edición, y trabar a partir de ahí los mimbres de la cesta, sin limitarse a una pasiva recepción repetitiva de lo que otros programan, otros deciden, otros marcan.

La falta de criterio que ha implicado reiteración de artistas y de obras, pero que además ha perdido la oportunidad de reivindicar con ciclos o incluso ediciones dedicadas a las grandes celebraciones internacionales de la música, el teatro o la danza, frustró fechas que tendrían que haber sido centrales, como la conmemoración de Argenta o la de Händel. Este mismo año, el bicentenario de la Constitución de 1812 podría haber significado una gran fiesta del Romanticismo desde múltiples lecturas, y no limitarse a abrir con la Octava de Beethoven. Elección correcta y hasta obvia, pero desde luego insuficiente.

2 comentarios:

Maria1462 dijo...

Si la mitad de lo que expones aquí se hiciese realidad el FIS en unos años no sería el mismo.

Rukaegos dijo...

No sé si todo, María, pero creo que son muchos años pendiente del Festival y que no son tonterías. Al menos merecería la pena un buen debate social y abrir alguna ventana al cambio.

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