Andaba despistadillo, sin duda y como siempre, el malvado Rukaegos, aquella tarde fresquita de mayo del proceloso año del Señor de dos mil y siete, cuando manifestó su aquiescencia a incorporarse como patrono a la Fundación Política, Social y Deformativa Mari Juli de las Almenas, en homenaje a la docta polígrafa y señera diputada por el Valle de Allí. Y más atocinado todavía cuando prestose a ser, además, secretario de aquel patronato que con el tiempo devendría en cruel herramienta de Satán para buenos y malos cristianos.
Y es que, tras un tiempo de mínima observancia y operatividad, y algunos disgustos y hartazgos personales, se decidió Rukaegos, reconvertido de pronto en el kafkiano agrimensor K., a presentar su renuncia a patronazgo y secretaría, por escrito, pero sin acuses de recibo, que siempre ha sido el chico un poco de andar por casa en materias protocolarias y administrativas. Más o menos por el 2011.
Llegado el 2017, y bajo el advinimiento de Vicecalcetines I, fue requerido una y otra vez para prestar su secretarial firma una y otra vez en documentos bancarios básicos. Y él, de buen carácter como es, y a pesar de los pesares, continuaba firmando, añadiendo a cada firma la coletilla A: Oye, que yo he dimitido hace sopotocientos años, y la coletilla B: Es la última vez que firmo, a ver si lo arregláis de una epanadiplósica vez.
Hubieron de llegar los tiempos post pandémicos para que la corte de meninas del cotolengo de Vicecalcetines se decidieran a organizar y legalizar todo aquel paramento de papelucos y papelajos, con la consiguien y feliz algarabía en do mayor del malvado Rukaegos, que viose de pronto, en pleno 2020, libre de cautiverios turquescos y fundacionales.
Así pues, se presentaron los documentos pertinentes e impertinentes en el Registro de Fundaciones del Gobierno de Cantabria. Que contestó sí, bueno, es que, o sea. Y que faltaban dos pólizas, una firma electrónica, un kilo de percebes y seis gotas de sangre de virgen birmana.
Se puso el Comandante Pakuko al mando, y se recogieron firmas, mariscos y sangres, para aportarlo al Registro de Fundaciones. Que contestó sí, bueno, es que, o sea. Y que las pólizas estaban bien, pero les gustaban más de otro color, que se habían confundido con la firma y tenía que ser a bolígrafo, y que faltaban una botella de albariño de Cantabria y las uñas purulentas de un ojáncano lebaniego.
Fueron presentadas en tiempo y modo libaciones, uñas y mugre. Y pronto resolvió el Registro que sí, bueno, es que, o sea. Para invalidar las pólizas a cambio de una deposición del documento en formato electrónico, exigir (con modos notablemente desagradables) que la firma fuera en tinta verde y con pluma de ganso del S.XI, y que se añadieran dos rizos rubios de anjana trasmerana y un revuelto de réspigos primaverales de Ampuero con tocino veteado.
Engordaban debidamente en el Registro, mientras el comandante Pakuko se desesperaba y al Malvado Rukaegos facción K. se le empezaba a notar el rictos de odio atroz. Pero fueron aportadas las nuevas dádivas sacrificiales a la diosa Admistra Ción, que tampoco esta vez quedó satisfecha, requiriendo el concurso de un notario, dos alas de murciélago tartamudo, polvos de la Madre Celestina y la tinta en estilográfica y color azul cobalto.
Fueron luego cambiando las marcas de estilográfica, los manjares y pócimas, los horarios, los modos, los concurrentes y concurrenciales y las madres que se tranquilazaron al parir y deshacerse a todo engendro oscuro vinculado por una u otra maldición al Registro de Fundaciones Cántabro. Mientras Rukaegos facción K. aprendía nuevos idiomas para descubrir nuevos y más terribles insultos, intercalados en las más horrendas maldiciones del repertorio universal, desde el proto hitita al klingon, pasando por el castellano cervantino y el elfo sindarin. Mientras pasaban las horas, los días, las semanas, los meses, los años, los siglos con lentitud exasperante y el pobre y malvado autor de este blog continuaba amarrado al duro banco de una galera turquesca, con una pena más grave y cruel que la del mismísimo Edmundo Dantés, temblando de pánico cada vez que el Comandante Pakuko llamaba por el móvil para relatar las nuevas exigencias del sangriento y falso ídolo conjurado bajo la apariencia de Administración Autonómica de Cantabria en forma de Registro imposible, impenetrable e impresentable. Y firmando y firmando y firmando y firmando, y sin esperanza, por los siglos de los siglos.
*NOTA: Trece años después de la renuncia, en el día de hoy, sin ir más lejos, he firmado lo que ha había firmado después de firmarlo sobre lo firmado afirmado tres documentos por enésima vez, aunque no recuerdo en qué color, formato o marca de plumier.