lunes, marzo 07, 2016

LO QUE SE AVECINA... EL CABARET DE LOS HOMBRES PERDIDOS


 
¿Cómo cambiarle el rostro a una programación, cómo abrir la puerta a propuestas arriesgadas que apuntan hacia nuevos públicos y que hubieran estado censuradas en el mismo espacio hace solo unos meses? Hago hincapié sobre todo en esa necesidad del encuentro con el público, con el de siempre pero también con uno nuevo que todavía no ha descubierto que teatros y auditorios también trabajan para él, que todavía no sabe que la música, la danza, el teatro pueden sembrar en su corazón emociones desconocidas de puro intensas.
 
La apuesta por "El cabaret de los hombres perdidos" quiere ser parte de ese camino de encuentros. Aparece como primera vez de una especie de ciclo, El Palacio Canalla, que nos hemos sacado de la manga para dar cabida a tres tipos de espectáculos. En primer lugar, los que podríamos calificar de "para público adulto" (qué gazmoños y santurrones estamos volviéndonos de nuevo), o lo que es lo mismo, aquellas en las que un plus de dureza, violencia, sexo o cuerpos puedan perturbar la sagrada paz de un determinado perfil quizás muy tradicional en sus gustos pero que, ojo, a día de hoy es el que nos permite llenar los teatros, así que todo el respeto para ellos pero hay que ir un poco más lejos; en segundo lugar, una música más festiva que hemos definido como "de puertos, polígonos y tabernas", que es como no decir nada y decirlo todo; y por fin, lenguajes contemporáneos más o menos radicales y experimentales, esos lenguajes que hacen avanzar los códigos del arte, que tratan de explicar nuestra realidad, que nos miran desde nuestro propio ahora y que por lo mismo resultan tantas veces transgresores o crípticos.
 
Pues bien, es ese Palacio Canalla el que va a recibir el 11 de marzo a las 22:00 este peculiar musical que viene ya envuelto en esa especie de aura mágica que implica la calificación "de culto". No hay que tenerle miedo, al final es mucho más convencional de lo que su título puede dar a entender, pero hay música de calidad, intérpretes que se crecen con cada representación, un humor ácido y una libertad en el tratamiento del sexo y de los cuerpos que nos aproximan a la esencia del viejo cabaret. Todo para tejer la historia de un muchacho perseguido que entra para refugiarse en este extraño lugar donde le esperan un transformista, un tatuador y El Destino, tres personajes que le propondrán un juego no poco perverso, el de conocer su futuro y el de contar con la oportunidad, quién sabe, de cambiarlo.
 
A veces en Santander, muchas veces lo he comentado en este mismo blog, nos miramos como si estuviéramos adormilados, como si nada pudiera pasar. Dejemos que pase, dejemos que entre el aire fresco y que sea el primer día de muchos días diferentes en nuestro Palacio de Festivales de Cantabria.

viernes, marzo 04, 2016

LA FAMILIA DE VIL EN SANTANDER


El antaño Malvado Rukaegos de los pseudomítica y absurda serie "Momentos estelares" anda perdiendo calidad para el ridículo, así que de peripatético ha decidido continuar explorando lodazales morales y físicos pero ahora hibridando el menos sagaz periodismo con el más estulto quehacer detectivesco para responder desde el Observatorio La Magdalena (traducido al esmartismo clásico como "The Muffin Observer") a algunos de los interrogantes más misteriosos de esta ciudad que un día fue posible y hoy, precisamente hoy, es solo vendaval y aguacero.
 
Y entre esas preguntas esenciales hay una que aterroriza y embelesa a un tiempo a Rukaegos. ¿Qué fue de la fementida estirpe de Cruella de Vil una vez frustrados sus afanes peleteros con dálmatas? Porque la cruda y temida realidad es que la señora De Vil se mudó a Santander, donde con el tiempo fue dando forma  a una larga familia cuyos hoy numerosos miembros entre sí por dos temibles marcas. La primera de ellas, oculta a todos, es la de utilizar el apellido desechado por infame como segundo o tercer nombre; la segunda, el paralelo odio por los animales de toda condición y la pasión por sus pieles.
 
En días recientes pudo por fin Rukaegos, oh pérfido, armar pruebas suficientes para detectar a varios miembros de la familia de doña Cruella. Y es que llevaba tiempo Aurora Hernández, concejala del grupo socialista, intentando que Smartander adoptara medidas a un tiempo empáticas y racionales para enfrentar por fin desde el sentido común y el respeto a los animales la superpoblación de gatos callejeros cuando puso el grito en el cielo la concejala de gatos, María De Vil Tejerina: "¿Gatos? ¿Ha dicho gatos? ¡Hay que matarlos!¡Esa es la única forma, matarlos, matarlos, matarlos!". Pronto retransmitió el rifirrafe la prensa, desde un titular objetivo y serio donde los haya publicado en El Diario De Vil Montañés que acusaba a la concejala rojeras de intentar llenar Smartander de gatos furiosos y rabiosos para exterminar ratas. Noticia no por asombrosa cierta y que desde luego poco tenía que ver con la defensa del protocolo CES (Captura-Esteriliza-Suelta) que tan buenos resultados viene dando en el control de colonias felinas callejeras en muchas ciudades del mundo un poco menos Smart pero un mucho más decentes.
 
No se arredró la aguerrida concejala socialista, y eso a pesar de que el Vicepresidente del Colegio de Veterinarios de Cantabria, Francisco Javier De Vil Gómez del Álamo, había subrayado los disparates periodísticos con furia "¿Gatos?¿Ha dicho gatos? ¡No sirven ni para devorar ratas! ¡Hay que matarlos, exterminarlos, torturarlos, descuajeringarlos! ¡Que mueran de sífilis, de rabia, de bocio, de sida felino, de cólico miserere, de dengue y soponcio, que mueran infectos y dolientes, que mueran! ¡Ya verán ustedes si bacterias e infecciones no son mucho mejores para exterminar esa plaga y dejarla controlada de una vez por todas!¡Ya verán!".  Un poco sobreactuado todo, sí, pero prólogo de la jornada municipal en la que por ignorancia del protocolo CES, desprecio a la oposición y matonismo de serie, el alcalde Smart Iñigo De Vil de la Serna movilizó a esbirros propios y extraños (¿O se pensaban ustedes que Jasper y Horace se habían quedado perdidos entre las brumas londinenses?) para descojonarse con muy poco respeto y mucho menos estilo de propuesta y proponente y para plantar un rotundo NO sobre la mesa presidencial del salón de plenos.
 
Fue entonces cuando el Sagaz Rukaegos apreció por un instante cómo el cintillo de la ropa interior de Iñigo De Vil parecía tejido en pelo de gata carey. Porque no, las profundas declaraciones del alcalde en el pleno "¿Gatos?¿Ha dicho gatos? ¡Cuántas veces vamos a tener que decir que no hay dinero, dinero, dinero y que hay que matarlos, matarlos, matarlos!?" no procedían de un trauma de la infancia en el que durante una pesadilla Tom se hubiera salido de la pantalla y confundido al nenealcalde con Jerry, tampoco de su afición a los canarios y la aversión lógica por Mr Jinks, ni siquiera por la consideración de Don Gato y su pandilla como sucios botelloneros urbanitas. La realidad descubierta por Rukaegos y aquí narrada es, ni más ni menos, de corte económico neoliberal: Los De Vil regentan en sociedad limitada una próspera fábrica clandestina de ropa interior en pelo de gato, que recibe pieles gatunas y conservas de trigémino de gato en salsa agridulce desde Smartander y otras ciudades amigas y teje teje teje en un oscuro arrabal de Shangay delicadas prendas interiores para las menos selectas boutiques de extrarradio.
 
Calzoncillos de siamés, braguitas de europeo tricolor, sostenes y corsés de persa azulado, camisetas de invierno de noruego de bosque, ligas y ligueros de suave vellón de cachorrito birmano, picardías de callejero blanquinegro o atigrado, atrevidísimas tangas de chartreux. Todo un lujo exquisito y rentable que los De Vil defenderán con colmillos y uñas mientras les sea posible. Porque a los gatos hay que matarlos, matarlos y matarlos. Hombre, ya.
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Un Santander Posilbe by Regino Mateo is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported License.
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