Por las páginas del DM comentan hoy que, según un estudio hecho por el Gremio de Libreros de España, Cantabria es una de las provincias españolas donde menos se lee. Supongo que aplicando la lógica, y teniendo en cuenta la propia estructura demográfica de nuestra región, habrá que deducir que en Santander, nuestro Santander, se lee más bien poquito.
Estamos acostumbrados a los discursos complacientes sobre Santander tanto como a los destructivos. En este caso, podríamos recordar la leyenda esa que nos auto-convierte en "La Atenas del Norte", y que no sé si tuvo alguna vez sentido pero que desde luego hoy es más falsa que una moneda de ochocientos euros. Obnubilados por las ingentes cantidades de poetas y poetastros, escritores y escritorzuelos, pintores y pintamonas, sabios del lugar y eruditos a la violeta, programadores divinos y divinos animadores, que pululan por nuestras calles, tendemos a pensar que basta con que el vecino de enfrente lea para que su supuesto saber acceda por simpatía a nuestras desacostumbradas neuronas. Y así nos luce el pelo.
El caso es que Santander es una ciudad que invierte en cultura. Y también es cierto que numerosas instituciones desarrollan gran parte de su labor cultural entre nosotros: Fundación Gerardo Diego, Festival Internacional de Santander, Fundación Marcelino Botín, Obra Cultural de Caja Cantabria, Fundación Albéniz, Concurso Internacional de Piano de Santander, ...
Con tanto bombo y tanto relumbrón (aparente), no es de extrañar que nos encantemos a nosotros mismos, y que sigamos pensando que más cultos y sofisticados no vamos a encontrarlos. Vamos, que nos va a costar casi tanto encontrar a alguien mejor que nosotros casi tanto como encontrar una biblioteca pública en Santander.
Y es que probablemente nos hayamos olvidado de algunos pequeños detalles sobre la cultura en general y sobre la lectura en particular. Uno de ellos es que si no se trabaja bien desde la base, en serio, con programas y objetivos, con especialistas y criterio, todo lo que podamos hacer en el campo de la llamada "alta cultura" no va a quedar sino en puro fuego de artificio. A día de hoy, y mira que llevamos tiempo desde que la cultura en sus diferentes modalidades pasó a ser gestionada por las administraciones locales y autonómicas, no conocemos un solo estudio sobre hábitos culturales de los santanderinos, un solo diagnóstico que nos permita delimitar las necesidades culturales de nuestros vecinos y vecinas y en consecuencia articular políticas que mejoren también en el ámbito del espíritu nuestra calidad de vida.
Lo que sí sabemos es que en Santander se desarrolla el crecimiento urbanístico sin centros culturales ni bibliotecas de barrio. Sabemos que la Biblioteca municipal languidece a pesar del esfuerzo de sus empleados por la desidia política, municipal y presupuestaria. Que las escasas bibliotecas de barrio no cuentan con personal especializado, ni con espacios adecuados, ni trabajan en red. Que no hay un plan de fomento de la lectura ni actividades de animación.
Eso sí. Luego le echaremos la culpa al maestro armero: los libros son caros, en los colegios no se lee, los videojuegos y el chat ...
Soy de los que creen, como Daniel Pennac, que no se es mejor persona por leer. También creo sinceramente que las pasiones a veces son tan absorbentes que si adoramos la música, o el deporte, o la naturaleza, o el cine, tal vez estemos tan concentrados en esos amores que no concedamos atención al placer de la lectura. Pero también con Pennac (haced el favor de leer su libro Como una novela, en Anagrama, sobre el placer de la lectura) creo que es grave que una persona se sienta rechazada por los libros. Porque en los libros aprendemos a vivir una vida más fuerte, intensa y llena a través de las vidas contadas y los sueños narrados. Porque viajamos, aprendemos, disfrutamos, amamos a través de los libros. Y para que nadie se pierda esta gran aventura, son necesarias infraestructuras y programas públicos que den, de nuevo, valor al libro y a la lectura, nos lo acerquen y nos lo hagan no ya necesario sino imprescindible.
Mientras eso no ocurra, seguiremos alardeando de ser los más cultos de la piel de toro pero ... ¿habéis visto la foto con la que ilustro esta reflexión? Pues es que al leer el DM esta mañana no pude por menos que recordar aquel programa mítico de La bola de cristal, en la que pasaba un rebaño de borregos por la cañada mientras la voz en off de un chaval afirmaba "Éstos no leen". No, si al final el Paseo de Pereda va a resultar la Cañada Real de La Mesta.